Hay momentos en una carrera que definen a un deportista y determinan cómo será recordado para siempre. A pesar de haber ganado 4 Tour de Francia, cuando dentro de 50 años alguien se pregunte quién fue Chris Froome, se hablará sobre todo de la hazaña que logró en el Giro d’Italia 2018, de ese loco ataque en el Colle delle Finestre, a 80 km de la meta, que dio un vuelco total a la clasificación general y escribió una de las páginas más emocionantes de la historia reciente de la Corsa Rosa.
Froome solo había corrido el Giro en 2009 y 2010, antes de convertirse en la máquina de ganar vueltas por etapas que luego conocimos. Así que su participación en 2018, con ya cuatro ‘Grande Boucle’ en su palmarés, despertó mucho interés y curiosidad, sobre todo por ver si sería capaz de liberarse de la forma de correr que aplicaba en el Tour, y que a menudo no surte efecto en Italia.
La victoria de Chris Froome en el Colle delle Finestre
Aunque venció en el Zoncolan, hasta la Etapa 19 el Giro del británico no estaba siendo memorable, en parte porque quien estaba brillando era su compatriota Simon Yates, con tres victorias de etapa y 13 días de Maglia Rosa. A tres días del final, Froome era 4º en la clasificación general, a 3’22” de Yates y por detrás también del campeón vigente Tom Dumoulin y de Domenico Pozzovivo. Para intentar cambiar el destino de ese Giro, Froome debía dejar de lado al ciclista calculador y previsible que había ganado los Tours, y mostrar al mundo un lado inédito: el del atacante, el del revolucionario, el del loco. Y lo hizo.
La Etapa 19, de Venaria Reale a Bardonecchia con 185 km, incluía la ascensión al Colle del Lys, el Colle delle Finestre, el Sestriere y el Jaffreau hacia la llegada. Froome decidió atacar en el imponente Finestre, haciendo que su equipo impusiera un ritmo durísimo desde los primeros kilómetros de los más de 18 de subida (al 9,2% de pendiente media). El primer gran resultado fue dejar fuera de combate a Simon Yates, agotado tras un Giro siempre a la ofensiva, que llegó a meta con casi 40 minutos de retraso. El último relevo fue el de Kenny Elissonde, que abrió paso a una de las proverbiales “frullate” (que dirían en Italia), esos acelerones a punta de sillín y a golpe de cadencia imparable, del jefe de filas del galo, Froome. Aún faltaban 80 km, pero el inglés nacido en Kenia decidió ir ‘a fuego’, sin especular, sin mirar nunca hacia atrás.
Célebre fue la reacción de Tom Dumoulin, virtualmente Maglia Rosa tras el hundimiento de Yates, que al principio pidió calma a los otros favoritos de la general, dando a entender que, según él, lo de Froome solo podía ser un intento suicida. Pero Froome coronó con 40” de ventaja sobre sus perseguidores, ventaja que aumentó a 2’10” al final del descenso, a 2’45” en la cima del Sestriere, a 3’10” al inicio del Jafferau y a 3’23” (siempre sobre el citado Dumoulin) en meta. Misión cumplida: era Maglia Rosa a dos días del final. Al día siguiente controló sin grandes problemas en Cervinia, y luego pudo disfrutar plenamente de su hazaña en el gran final de Roma.
El destino quiso que la gesta del Colle delle Finestre y la victoria en el Giro d’Italia 2018 fueran, hasta hoy, los últimos éxitos de su legendaria carrera. Al año siguiente, en 2019, una gravísima caída en el reconocimiento de una contrarreloj del Critérium du Dauphiné lo obligó a decir adiós a cualquier ambición personal, aunque Chris, pese a no ser ya competitivo, sigue disfrutando de la magia del pelotón con todo su bagaje de experiencia y victorias.